23 de febrero de 2007

te odio bastante

Se llama Jorge Juan y sabe que tiene razón. Lo supo desde el principio y nadie le hizo caso. Ni su madre, ni su hermana, ni mucho menos su padre, e incomprensiblemente pero la puta realidad, ni él se hizo caso.

Jorge Juan se levantó una mañana decidiendo que la vida era estupenda. Se encaminaba a la facultad con su reproductor de cd enganchado a las orejas escuchando un disco de radiohead. Se compró del rodelux (joder, sí, lo hizo y después lo hizo muchas más veces) y por fin llegó. Ya empezaba a pasársele el subidón adrenalínico fruto de vete tú a saber qué sueño nocturno, cuando se encontró en la máquina del café de mierda con Eva. En ese momento no pensaba que tenía el nombre más mediocre del mundo y que probablemente los nombres hagan a las personas y que a ella la habían hecho así, Eva, una larva del infierno abisal que durante una temporada le había vuelto loco. En ese momento, lo que pensaba era en que su rodelux y su reproductor de cd eran una elongación de su ego, de su pene y de todas las cosas que se le ocurrieron en su pueril e indómita imaginación. Eva estaba allí en pie, bebiéndose un té de mierda de la máquina de café de mierda, con un cigarro liado y una carpeta verde militar. Eva Militar. “Coño ya”, se dijo, y se acercó como hacía todos los días.

Jorge Juan conocía a Eva desde hacía más o menos dos millones de años. No se había dado cuenta de que había pasado de largo -y casi sin olerla- la barrera de amigo/follar en el primer milenio de su relación, y como no se había dado cuenta seguía haciéndose pajas pensando en eso precisamente: en que un día de estos se la follaría, o que ella se lo follaría a él, o lo que fuese que se follase quien fuese. Jorge Juan se acercó a ella y ella, protegida tras su enorme barrera invisible pero gorda y dura de amigo/follar, le ofreció una calada. Jorge Juan no aceptó y se fueron a clase. Se sentaron juntos, se acabó la carrera y la fiesta de final de curso. Se acabó vivir en la misma ciudad y se acabaron las llamadas de teléfono primero cada dos días, luego cada mes y al final en los cumpleaños. Él siguió comprando el rodelux de vez en cuando si le gustaba el cd que venía. Se compró un ipod con su propio sueldo y se fue a vivir con Chema y con Asun, a los cuales conoció en el periodo precámbico, más o menos a la misma altura que los ictocariotes y los filodendros.

Eva parecía no existir, y eso le daba igual.

Eva, se convirtió en la excusa perfecta para no hacer nada más.

“Es increíble cómo un tío se puede esconder en semejante chorrada durante tanto tiempo”, le dijo un día Chema.

Y le dijo más cosas, pero le dieron igual.

Jorge Juan. Leía muchos libros y sólo iba a ver películas a los Ideal. Durante un tiempo a los Golem, pero se compró aquella pantalla de 36 pulgadas y dejó de tener sentido pagar 6,40€ por ver lo mismo que en casa. Una xbox y una batidora princess que hacía de todo. Asun y Chema, tan contentos.

Jorge Juan se iba de viaje de vez en cuando y conoció a una chica y luego a dos, pero no le importaban las cosas lo suficiente. Ni se acordaba de Eva. La cosa no parecía tener mucho sentido hasta que se dio cuenta de lo inexorable que resultaba el avance del tiempo, y que iba más o menos consiguiendo todas las cosas que se proponía.

“La práctica hace maestros”, le dijo un día su padre, pero le dio igual, porque no se refería a nada que tuviesen en común.

A veces se planteó cómo serían las cosas de haber sabido todo lo que sabía desde el principio, y culpaba a sus padres de no haberle enseñado a tiempo.

Dejó de comprar el rodelux y se pasó a la neo2, al periódico –el que fuera-, dejó todo eso y ya no sabía qué hacer.

Su vida necesitaba un punto de apoyo sobre el que poner un palo para menear un poco las cosas.

Jorge Juan se estaba volviendo loco poco a poco, y lo peor de todo es que aún no se había dado cuenta de que efectivamente tenía razón, y de que todo lo que hubiese hecho, desde el principio, de haberlo sabido, habría sido diferente.

Estaba en el corte inglés comprando rúcula cuando cerca de las gulas de aguinaga apareció, cómo no, Eva. Inmediatamente se le ocurrió que si estuviese escribiendo la novela de su vida no iba a saber ni dónde ni cómo meter ese acontecimiento, porque el propio nombre de Eva era tan corto y reconocible que cualquiera con una vista periférica de al menos 95º lo leería en la página antes de que hubiese podido imprimar a las palabras la suficiente importancia para que el lector se enterase de su alegría, o sorpresa, o susto, o lo que fuese, y eso le hastiaba tanto… que apareció Eva y se liaron a hablar y fue una mierda. Cuando se dijeron las cosas de mierda que te dices en el super con la que probablemente fuese la mujer de tu vida –en el caso de él-, o con Jorge Juan –en el caso de ella-, se separaron levemente, se dieron dos besos, se despidieron, y Jorge Juan (menos mal que estuvo rápido) le dijo: “Oye, el Martes voy a una movida de la empresa que va de… bueno, de proyectos de desarrollo en Burkina Faso, y como te interesaba el tema en la facultad… en fin, que nos llevan a Londres a un hotel un par de días y eso va a durar poco y que igual te querías venir y hablábamos y esas cosas, jeje, como en los viejos tiempos...”

Y ella le contestó que sí y que no tenía nada que hacer y que iban los dos juntos porque para ir solo y tal, como en los viejos tiempos.

“Como en los viejos tiempos mis cojones”, pensó. Pero coló, y tenía una cita.

---continuará.

22 de febrero de 2007

un burdel en tu mirada

Idéntica era la cita que anteriormente Uru Kia le había recordado, por lo menos diez años ha, como idénticos eran los peces luna que se alejaban nadando frente a su asombrada mirada.
Bake, casi dos metros de guerrero Maen, miraba los peces como si fuese la primera vez que los había visto.
Si no fuese porque todas las cosas que había vivido se las había inventado una tras otra, se diría que la vida puede sorprenderte, a veces, con agradables coreografías de patrón irreconocible.
Bake se aleja del acuario y decide regresar a la conversación que Uru aún mantiene.

- “…aunque no se sabe, nunca, lo que realmente puede dar de sí la maldad de una persona… y esto no sé si lo puede decir todo el mundo. Decirlo sí, pero no sé si podrían decirlo de verdad, ya me entiendes…”

Bake regresa de una milésima de segundo alargada más de lo necesario.

- “No sé. Desde que descubrí que mi martillo aplastaba todas las cosas hace tiempo que no me plantéo según qué cosas. Martin murió hace ya tres años de un solo golpe. Todo es mejor desde entonces.”

Bake y Uru sonríen mientras vuelven a fijarse en los peces luna, bailando, y moviéndose al unísono por el azul verdemar del acuario. Por lo menos uno de ellos no está seguro de todo de lo que ha dicho, pero no puede evitar aceclerar su pensamiento hasta un punto en el que es posible que lo que han acordado sea cierto de todo punto.

- “Cuando eres capaz de previsualizar tu propia manera de pensar y darle la vuelta varias veces sin perder el foco, incoprensiblemente el martillo se hace más necesario.”
- “Y debería de ser al contrario.”
- “Ya. Pero no.”
- “Ya.”

Ambos esperan un breve instante hasta que todo pasa. Se ponen en pie y salen por las puertas cortina de satén verde. Vuelven al burdel y allí está Are, con los mismos ojos que cada verano, esperando y poniéndose cada vez más guapa.
Baek no puede evitar pensar que el mundo se va inexorablemente a la mierda.

2 de febrero de 2007

john maeda

bueno.
estoy leyendo a este tipo y creo que es muy interesante.
su página web: http://lawsofsimplicity.com/
john maeda. las leyes de la simplicidad.