Las manos de Breggan Sigur se adhieren al freno de su nave espacial de tal manera que el astronauta siente cómo los nudillos se le van separando de las falanges de los dedos, de todos los huesos de sus manos enguantadas.
Breggan Sigur tiene, en plena caída dentro de un extraño gravitatorio en el campo diametral de Valerius 5, una visión aterradora sobre la vida, la muerte, y todo lo que hay en el medio. Recuerda, o eso cree, a una mujer que vio una tarde en la televisión que convivía con su perro enano y un montón de ratones. Viuda, enferma y sin hijos.
Breggan tira del freno un poco más fuerte. Sabe que si no consigue frenar el impacto la importancia de sus manos rotas dejará de existir.
Durante unos segundos el que deja de existir es él. Cuando recupera la consciencia vuelve a tirar con fuerzas del freno. Las manos se han convertido en manojos de carne y huesos, duelen hasta el final de todas las cosas y está bastante seguro de que si sobrevive no volverá a utilizarlas con normalidad.
Piensa en Taran, aún en
Todas las películas que no ha visto.
Todos los días que no ha salido a ver si llueve o deja de hacerlo.
Todos los hijos que nunca tuvo.
Y se va a pegar una ostia espantosa contra una mierda de planeta por culpa de no.sabe.qué.
Lo que más le jode a Breggan Sigur es que se va a pegar una ostia sin haber tenido la culpa de nada.
2 comentarios:
¿Me lo puedo quedar? Así, para leerlo por las noches, y tal.
¿Me lo puedo quedar?
todo para tí, amigo kun.
por cierto, mi fisio me ha dejado laxo y feliz.
qué adelantos, oiga.
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