25 de abril de 2008

amor al arte

Mari Luz López Arriortua alumbró al tercero de sus hijos, Federico, el 23 de Diciembre de 1979.
Federico fue un buen chaval toda su vida. Estudiaba en el colegio, no se solía meter en problemas, la puntualidad era una de sus virtudes y cultivaba aficiones sanas, como el fútbol, la lectura de clásicos, el esquí de fondo y la pintura. Ya en la adolescencia decidió que quería dedicarse al mundo del arte, de la creación; Madurar ideas, exponerlas al mundo.
Federico creció, y cuando cumplió los veinte se echó novia. Su nombre era María.
Federico y María vivían juntos. Ella era comercial para una importante firma de calzado deportivo. Él trabajaba en una agencia de publicidad. Ganó algún premio, su sueldo no era malo, y al final se compró el coche que siempre había querido. Al cabo de unos años decidieron irse a vivir la sierra, porque en una ciudad como Madrid, tener hijos era bastante complicado.

Federico, María, y ahora Jorge y Piedad. Los gemelos.
Federico trabajaba desde casa. María estaba la mayor parte del día fuera.
Jorge y Piedad estaban casi todo el tiempo con su padre.
Una mañana de noviembre llovió más de la cuenta. Federico estaba enfrascado en una campaña para fomentar el teatro en la Comunidad de Madrid. El plazo se le echaba encima y a Jorge le estaban empezando a salir los dientes. Piedad, por su parte, no ayudaba mucho, ya que les había salido un poco enclenque y cuando no tenía catarro, era un brazo escayolado. Los niños lloraban, llovía fuera, y los bocetos se le amontonaban encima de la mesa.
De repente, un estallido sonó en el sótano de la casa. Federico grabó los últimos cambios en su trabajo y apresuradamente bajó las escaleras para ver qué ocurría. Cuanto más se acercaba a su destino, más se convencía de que lo que había ocurrido era que una de las tuberías de la casa había estallado.

- “Efectivamente…”, pensó. Y justo entonces algo cedió y le golpeó en la cara.

Federico recobró el conocimiento en el Hospital Virgen de Medinasidonia. María estaba con él, aterrada.

- “Fede, mi amor, qué susto me has dado!”
- “Ay… me duele todo… y los niños?”
- “Ellos están bien. Ahora lo importante eres tú.”
- “Ya, pero alguien tiene que enviar el trabajo para fomentar el teatro que me encargó la Comunidad de Madrid. Lo harías por mí?”
- “Por supuesto. No te preocupes.”

María recogió a Jorge y a Piedad y se los llevó a casa. Encendió el ordenador de Fede, abrió el archivo que contenía el trabajo y no pudo evitar echarle un vistazo. Se sorprendió porque Fede siempre había sido bastante más brillante que aquello, pero en fin, tenía que enviarlo. Si el trabajo de su amado iba a bajar de nivel de aquella manera igual debería de plantearse pasar más tiempo en casa, y hacerse cargo de los niños por más tiempo…




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Brillante.

Anónimo dijo...

Y en el que aparece un ladrillo.... "Si estás hecho un ladrillo. Échale teatro."

Sin palabras...